Nunca he
creído en aquello del pecado original. Más claro tengo que la culpable de aquella historia, en
cualquier caso, no podía ser la mujer, Eva. Después de escucharla, además, es imposible que ésta se apellidara Cassidy porque en la
garganta de Eva Cassidy anidaban los ángeles. Su voz dota a tu imaginación de las alas necesarias para
volar a otros lugares, a otros momentos.
Da igual que
sólo conservemos de ella versiones de canciones de otros artistas porque cada
vez que oyes una de sus versiones es como si escucharas la canción por primera
vez, como si siempre hubiera sido suya y tú, en el fondo, lo supieras.
Un pedazo de
su alma se contiene en cada una de sus canciones y, quiero creer, que por
repartirla, por entregarla con esa intensidad, al final su vida se agotó antes
de tiempo. Un día nos fue arrancada y hoy sólo puede vivir en nuestros
corazones. The Washington Post publicó que ella "podía cantar cualquier
canción y conseguir que fuera la única música que importara”. Desde luego
conmigo lo consigue, cuando la oigo sólo me importa la música. Su música.
Podría seguir
escribiendo sobre ella y su vida, una biografía interesante. Descubrirías que
tras esa sobrecogedora voz también hubo bellos gestos. Una actitud vital honesta
y creativa impregnada de sensibilidad artística. Las personas que mejor la
conocieron, sus padres, crearon una web sobre
ella y en 2013, se estrenará el documental Eva´s song, con el que
aliviaremos en parte su ausencia.
Pero realmente
sólo me interesa oir brotar su voz alimentada por el manantial de sensibilidad
de su alma, y que me inunde su música haciéndome sentir que me canta sólo a mí.
Y compartirlo con todos, anegando de belleza con su música este mundo.
Su voz sin duda contiene destellos de arco iris.
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