El auge de la fotofagia está íntimamente
ligado al de la fotografía digital. Esta
técnica permite darle al botón de forma compulsiva al objeto de recoger el más
mínimo detalle o bien realizar un reportaje completo del evento desde todos los
ángulos y segundo a segundo. Con la fotografía analógica uno estaba limitado
por el número de fotografías del carrete así como por el precio del revelado. Esto le
hacía a uno pensar bien la fotografía a realizar y permitía compatibilizar esta
actividad con la percepción completa del momento. Pero esto a los japoneses
parecía no limitarles. Claro está que nosotros solo veíamos a unos pocos de
japoneses, concretamente aquellos que podían costearse un viaje de más de diez
mil kilómetros cuando no existían líneas de vuelo de bajo coste. Por otra
parte, cuando uno hace un viaje tan largo seguro que llega a un lugar muy
diferente que el de origen y que todo a uno le sorprenda y pretenda retratarlo.
Pero bueno, no vamos a quitarle a los japoneses el inmenso honor de ser los
primeros seres fotófagos pluricelulares.
Los fotófagos
se caracterizan por vivir la vida a través de un objetivo, el de la cámara, sin
más objetivo que el que su cámara capte toda la realidad. Así pues, como
hábito, pasan de intentar sentir un momento a retratarlo, de vivirlo a
captarlo. Supongo que posteriormente cuando revisan los centenares de fotografías
que caen como promedio por cada evento,
intentarán reconstruir la historia del mismo. Lo que dudo es que sean capaces
de reconstruir, de vivir, las sensaciones del momento en el que se produjo la
fotografía. Creo que eso sólo lograrán hacerlo unos pocos. Así pues, hagan ustedes fotografías, pero vivan también el
momento a través de sus propios sentidos.
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