lunes, 2 de abril de 2012

DEL HIPERREALISMO AL ARTE ABSTRACTO


La pintura supone focalizar tu atención y aptitudes en un arte. Intentar apropiarte de manera consciente de un trozo de realidad. Hacerlo tuyo, modificarlo. Es un modo de expresión de la forma personal de percibir esa realidad. Es necesario un determinado dominio de la técnica para una correcta ejecución y una elección adecuada de la  técnica, el material y el estilo que más se ajusta a aquello que se pretende expresar.



Dos extremos: hiperrealismo y arte abstracto


      El hiperrealismo supone el intento de conseguir la reproducción exacta de una determinada realidad. Una pretensión de calco absoluto de la misma. Por tanto, su mérito básico radica fundamentalmente en su precisión, lo que requiere, en principio, un dominio absoluto de la técnica y una precisión en la ejecución. Antes del desarrollo de la fotografía  la creación de imágenes con la intención de reproducir con fidelidad la realidad se afrontaba desde la pintura, además de desde la escultura.  No obstante, con el desarrollo de la fotografía cada vez es menos necesario que la pintura se encargue de la reproducción fiel, exacta y precisa. Para ello es mejor lenguaje la fotografía. Se hace pues más conveniente la focalización de la pintura hacia terrenos que se alejen del hiperrealismo y tiendan más hacia lo abstracto. Esto supone añadir un plus a la obra, la de la percepción personal del artista.





En el extremo opuesto al hiperrealismo está el arte abstracto que, en su grado máximo, huye de toda reproducción de la realidad. Al situar la obra tan alejada de la realidad que representa y estar tan condicionada por la percepción del artista, su  entendimiento queda más limitado. Esto hace que sea menor el número de personas que pueden percibir la calidad del arte que encierra una obra. El arte también es expresión  y en este caso expresa pero comunica a muy pocos. Si sólo expresa pero no comunica entonces sólo tiene valor para aquel que lo crea.






En uno y otro extremo encontramos farsantes, supuestos artistas idolatrados gracias al esnobismo imperante en determinados círculos o al populismo de su obra, apoyados a veces en determinadas actitudes embaucadoras. Por un lado existen falsos artistas que se refugian en el abstracto por no dominar la técnica del dibujo. Por otro,  hiperrealistas que sacados de la reproducción idéntica de la realidad son incapaces de aportar una visión personal a la obra. No obstante, estos últimos al menos tienen el mérito de la precisión mientas que los primeros carecen de mérito alguno. Claro está, también existen genios incomprendidos, aquellos que bien se adelantan a su época y no son entendidos por la sociedad en la que viven o que siguen una línea propia al margen de la tónica imperante del momento (tal es el caso de Odilon Redon, por ejemplo). También están los que, dominando ambos extremos, elijen un determinado modo de expresión.


 
En resumen, en mi opinión la pintura tiene mayor valor como arte cuanto más se aleja de la representación fiel de la realidad y menor como técnica cuanto más se acerca a la abstracción pura. Todo ello debe de conjugarse con la capacidad de comunicar y de crear para aumentar así su significado como hecho cultural.


No hay comentarios:

Publicar un comentario