miércoles, 27 de junio de 2012

EL SÉPTIMO CONTINENTE

  Puede parecer que con las nuevas tecnologías el tiempo de los aventureros, exploradores y descubridores pertenece al pasado o bien a la literatura y al cine. Sin embargo, la vida se empeña cada día en desmentir cada uno de nuestros prejuicios. En medio del Pacífico, a más mil kilómetros de Hawai y con una superficie de entre tres a siete Españas  se encuentra el que se ha llamado séptimo continente, como la primera película del director alemán Michael Haneke.




  Descubierto accidentalmente por el capitán Charles Moore en 1997, desde entonces dos expediciones, una en 2006 y otra en 2009, han estudiado la zona. La última expedición con ese destino partió el 20 de junio de 2012, aunque no cumplió con el objetivo fijado puesto que tuvo que volver por enfermedad de uno de sus miembros.

  


 
 Pero, ¿cómo ha permanecido tanto tiempo inadvertido al ojo humano un continente de esas dimensiones?. Fundamentalmente porque se encuentra sumergido a unos treinta metros de la superficie. Se trata realmente de una acumulación de desperdicios humanos de más de tres millones de toneladas que se encuentran concentrados en esa zona por un remolino gigante, que gira en el sentido de las agujas de reloj, provocado por la fuerza de la corriente de vórtice del Pacífico Norte. La fuerza centrípeta de ese inmenso remolino de más de veintidós mil kilómetros de circunferencia arrastra léntamente y concentra los residuos en el interior de esa espiral. Los residuos son variados, desde bombillas, redes de pesca y boyas hasta millones de pequeñísimas piezas de plástico (que son ingeridos por la fauna e introducidos así en la cadena alimenticia). Por su composición parece más apropiado hablar de Gran Sopa de Plástico, aunque también se le nombra como Isla de Basura.




 Sin embargo, no es necesario realizar tan largo viaje para tener certeza de la existencia de la Isla de la Basura. Uno de los signos más evidentes de su existencia es la presencia de alguno de sus nativos entre nosotros. Aunque a primera vista parecen iguales a cualquier persona normal, la basura de sus ideales acaba delatándolos. Los más peligrosos son aquellos que ocupan sectores estratégicos en los que sus decisiones afectan a la mayoría de los ciudadanos.  La banca, la bolsa, el mundo de la empresa, los medios de comunicación, la política y la religión, son sus ámbitos preferidos pero también los encontramos en nuestro día a día y en la cercanía (los pelotas, los trepas, los maleducados, los irrespetuosos, los fanáticos, los sectarios, etcétera). Desde el mismo momento en el que hablan empiezan a vomitar basura con forma de palabras. Las palabras, que fueron inventadas para comunicar, las usan para confundir, para mentir y para engañar, y acaban manchando esas palabras, palabras que al ser escuchadas manchan nuestra alma. Sobre la realidad, sobre la verdad vierten una capa de residuos que acaban empozoñando nuestras vidas. Pero no toda la responsabilidad es de ellos, nosotros permitimos que sigan siendo así. Limpiemos nuestra sociedad de esta basura, repatriémoslos primero a su isla natal y hundámoslos en su propia mierda, puesto que ni siquiera merecen la esperanza de ser reciclados.
 




      Seamos consecuentes, somos responsables de nuestro futuro y de la herencia que dejaremos a las generaciones futuras. Pasemos a la acción, desde la base del humanismo y la ciencia, y conseguiremos limpiar la sociedad y el planeta. Por un futuro digno y una sociedad y un planeta sanos.


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