martes, 9 de octubre de 2012

EL MURO

  En la noche del 12 al 13 de agosto de 1961 se construyó la mayor parte del muro de Berlín. Una obra de 155 kilómetros de los que 45 discurrían separando en dos dicha ciudad. El 15 de junio de ese mismo año el Presidente del Consejo de Estado de la RDA, Walter Ulbricht, a pregunta de un periodista negó que existiera interés en construir un muro. Pero aunque el muro se construyera físicamente en esos días, en la realidad llevaba mucho tiempo erigiéndose en algunas mentes que, posteriormente, consiguieron que dicha idea fraguara en un conjunto de personas con el poder necesario para imponer su construcción.
 
 
 
 
  Ahora bien, ¿qué dimensiones ha de tener un muro para que sea infranqueable por la imaginación?. ¿De qué material ha de construirse para que no pueda ser atravesado por los sueños?. Tres días después del inicio de su construcción, el centinela del Ejército Nacional Popular de la RDA Hans Conrad Schumann, de 19 años, consiguió huir saltando el muro, siendo así el primer soldado en hacerlo. Tras la caída del muro declaró que sólo se había sentido realmente libre desde el día de su caída (9 de noviembre de 1989).
 
 
 
 
 
  Todavía en Berlín se puede ver una parte del muro original. Allí donde no se mantiene en pie, una línea de adoquines sobre la calzada deja constancia de su recorrido a modo de gran cicatriz, en modo alguno comparable con las infinitas cicatrices cuya existencia produjo en la vida y los corazones de muchos berlineses. La canción Heroes (1977) de David Bowie relata la relación sentimental de una pareja que queda dividida por el muro.
 
 
 
 
  Sin embargo, el muro de Berlín no es ni el primer muro de la historia ni el último. De hecho, a día de hoy persisten muchos, compartiendo todos los mismos cimientos: la ignorancia, el miedo y la maldad, revestidos todos ellos de argumentos políticos, económicos o religiosos. Todos los muros se construyen con los mismos ladrillos: prejuicios e intereses. Un muro se empieza construyendo en la mente humana bajo la apariencia de un prejuicio. Cada vez que un prejuicio se asienta en la mente de una persona esta fija un muro en su interior y aporta, sin saberlo, una ladrillo a un posible muro  real. Estos muros mentales son el origen de los físicos.
 
   Vivimos en una época en la que quienes gobiernan pretenden que los muros visibles sean invisibles a los ojos de la humanidad (muro de Gaza, Cisjordania, Chipre, Corea, Ceuta, Melilla, EEUU-México, ...) a la vez que se toman medidas para que los invisibles sean bien visibles (desigual reparto de la riqueza, clases sociales, países ricos versus países pobres, ...). Paradójicamente, estas medidas que nos afectan a todos se pueden tomar bien en un país cuya capital, Berlín, tiene todavía fresca la herida del muro en sus calles aunque quizás no en la memoria de sus dirigentes o bien en Wall Street, la calle del muro. Así nos va.
 
 
 
 
 
   Todo muro, físico o mental, constituye en sí mismo una agresión. Una agresión para la libertad y para la inteligencia humana. Todo muro genera sufrimiento. Sin embargo, por muchos muros que se contruyan siempre habrá alguien al otro lado que aun no teniendo mucho, no renuncie ni a su vida ni a su libertad y este dispuesto a defender ambas cosas.
 
 
 
 
 
 
 
 
  Quizás nos iría mejor si en lugar de empeñarnos en levantar muros nos dedicáramos a construir puentes.

 

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