viernes, 14 de noviembre de 2014

LA IMPUNTUALIDAD


Al despertar esta mañana una tremenda alegría de origen desconocido me inundaba. No me cuestionaba el motivo de la misma, la experimentaba como una sensación natural y habitual en mí, con sentirla me bastaba. Desayuné leche y galletas, mojando éstas en la leche y con ellas el mantel, mientras miraba absorto los dibujos animados. Se me echó el tiempo encima y salí de casa atolondrado. A la par que me colgaba la mochila terminaba de meterme la camisa por dentro del pantalón. Al menos dos veces estuve a punto de tropezar durante estas maniobras. Posteriormente vi aparcado ese coche que tanto me gusta y empecé a mirarlo a la vez que seguía caminando. Al  sobrepasarlo seguí mirándolo con la cabeza vuelta hacia él. Faltó poco para chocar con una farola. Sonó la sirena y eché a correr, fui el último en llegar y el director me riñó por mi tardanza. Me amenazó con un parte. Hace tiempo que las regañinas no producen ningún efecto en mí, si acaso nostalgia o melancolía. Dejé la escuela tras terminar mis estudios y entré en la fábrica. Treinta años después no he querido dejar de ser un niño aunque sólo sea por la falsa esperanza de que vuelvas de donde quieras que estés aunque sea para reñirme. Te quiero mamá.


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